Hoy he soñado que...
Un meteorito, del tamaño de un planeta, colisionaba con la tierra. Y mi sueño empezaba en ese mundo postcataclísmico.
Tras la confusión y las huídas y carreras, nos condujeron a una base militar, a refugiarnos. Allá nos disponían en mesas de cuatro, para que pasáramos los días quitándole el hueso y nervios a pechugas de pollo. Una tras otra. Todos los días. Sabía que Xurxo y otros refugiados habían encontrado cobijo en una vieja estación de metro abandonada, y me escapé para ir a buscarles. Como imaginé que era feo llegar con las manos vacías, les llevé un 20minutos, para que leyeran algo.
Paseé por la ciudad semidesierta. La inseguridad se palpaba entre esas calles de casas adineradas. Parecía Hong Kong antes de la invasión japonesa 1941. Algunos buses funcionaban, y había muchos taxis ilegales a los que les molestaba que caminaras. "Pueden robarte, Alex". Era como el fin de nuestra manera de vivir. Era otoño.
Me los encontré llegando. Se habían trasladado a una zona residencial, a un bajo muy cuco, tipo loft. Hacían una subasta de electrodomésticos en el patio del edificio en la supercasa que habían okupado. "Al juntarnos, nos dimos cuenta de que nos sobraban", decía Xurxo.
Ahí sonó el despertador.
Tras la confusión y las huídas y carreras, nos condujeron a una base militar, a refugiarnos. Allá nos disponían en mesas de cuatro, para que pasáramos los días quitándole el hueso y nervios a pechugas de pollo. Una tras otra. Todos los días. Sabía que Xurxo y otros refugiados habían encontrado cobijo en una vieja estación de metro abandonada, y me escapé para ir a buscarles. Como imaginé que era feo llegar con las manos vacías, les llevé un 20minutos, para que leyeran algo.
Paseé por la ciudad semidesierta. La inseguridad se palpaba entre esas calles de casas adineradas. Parecía Hong Kong antes de la invasión japonesa 1941. Algunos buses funcionaban, y había muchos taxis ilegales a los que les molestaba que caminaras. "Pueden robarte, Alex". Era como el fin de nuestra manera de vivir. Era otoño.
Me los encontré llegando. Se habían trasladado a una zona residencial, a un bajo muy cuco, tipo loft. Hacían una subasta de electrodomésticos en el patio del edificio en la supercasa que habían okupado. "Al juntarnos, nos dimos cuenta de que nos sobraban", decía Xurxo.
Ahí sonó el despertador.
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