Chambao

Entonces la sala se llenó de duende, y el embrujo de LaMari surtió efecto. De repente, todos nos movimos con su música, palmeamos, nos sentimos en una fiesta sureña, alrededor del fuego en la playa, con un cielo limpio y lleno de estrellas. Y bailamos, y palmeamos, y piropeamos a LaMari, que ahora está triste porqué ve que se nos va. Y nosotros también lo vemos. Y entonces lo vimos como si fuera "la última vez". Como si nuestras vidas acabaran después de aquella noche. Y la vivimos y bailamos con pasión, que es como se debe vivir. Lamiendo la miel de la vida cada segundo que pasa, con una sonrisa y cariño. Como LaMari.
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